jueves, 4 de diciembre de 2008

ojitos de amor







Gyspy es mi compañera de andanzas. Me acompaña a ver clientes, a recoger productos, a traer material. Es una pantera milimétrica, dispuesta a dar su vida para protegerme. Se avalanza sobre las pantorrillas del lavacoches, como si se lo quisiera comer. Se le avienta a la gran danés de Daniel. Pero no vaya a ser que Scooge, el yorkie macho de un vecino se le acerque, porque en ese momento, sus defensas se caen, y muerta de pavor, se mete debajo de un coche. Eso es a lo que yo llamo que un hombre haga una fuerte impresión sobre uno. Los niños la cargan, la suben en su carretilla, y ella pacientemente los tolera. La abrazan, la acarician, y ella tranquila se duerme sobre ellos.

Gypsy lo único que quiere es hacerme feliz. Cuando vamos en la camioneta, se sienta sobre mis piernas o se para sobre ellas y se asoma por la ventana para ladrarle a todos los comerciantes ambulantes. Después de un rato se cansa, y que mejor lugar para descansar que en mi regazo. Lo que me derrite por completo, es como mientras manejo, me voltea a ver a la cara y hurgando con sus ojitos capulines, me mira a los ojos atentamente.

Como lo haría la persona más enamorada del mundo. Ese amor completamente fiel y altruísta, derrite mi corazón.

Gypsy tiene un terrible conflicto. Todos conocen cual es la palabra mágica para el perro, esa palabra que lo levanta del sueño mas profundo, y hace latir su corazón: Vámonos!!!



En cuanto escucha esa palabra, surge el terrible conflicto: Me llevarán o me dejarán????? Empieza como loca a seguirme mientras recojo mis pertenencias, se mete a su jaulita de tela, se sale, se vuelve a meter para que me dé cuenta de que tiene la intención de que me la lleve conmigo, por si no la he visto. Se sale otra vez, mueve la cola y cuando la volteo a ver se asegura de que la vea meterse a la jaula de tela.






Pero, oh angustia! me ve tomar la reja de plastico para bebés que pongo en la puerta de la cocina para dejarla ahi, y en ese instante vuela y se hace completamente perdediza. No hay manera de encontrarla por ningún lado. Se mete atrás de la guitarra, abajo del futón, abajo del sofá, con la esperanza de que si la voy a dejar, por lo menos la deje suelta.






Gypsy, o guisu como cariñosamente le dicen los niños, es nuestra pequeña alarma de bolsillo. Ya casi tiene 1 año y medio. Y es un amor el que siento por el animalillo...